Por: Estefania Rojas López
Maestría en historia
Universidad Industrial de Santander
El lapso comprendido entre 1808 y 1825 se presenta como un periodo de transición en el cual el vacío de poder en España generó un movimiento de emancipación de sus colonias americanas; un periodo en el que buena parte de las élites que ostentaban el poder político, militar y económico llamaban a la movilización y adoptaban conceptos de la modernidad política como el de ciudadanía, soberanía popular y pueblo, este último en particular abstracto, pues la sociedad de entonces estaba compuesta por una gran variedad de castas, las cuales tenían características y objetivos particulares generados desde sus propias experiencias y que los distanciaba en sus pretensiones de los sectores más privilegiados de aquella época.
Durante mucho tiempo la historiografía colombiana estableció y alimentó la percepción de una independencia realizada por las elites criollas tras trecientos años de explotación , gracias a las ideas tomadas y adaptadas de la Revolución Francesa, exaltando la herencia colonial hispánica y de la iglesia católica. Un mito que sostuvo que la independencia de la Nueva Granada fue obra exclusiva de los criollos. Estos relatos tradicionales mostraron a indios, negros, campesinos, pardos, en fin, a la gente del común, como políticamente ignorantes, indiferentes o pasivos durante el proceso del rompimiento del nexo colonial con España y, donde el alcohol o las ansias de dinero explicaron la participación de estos grupos, todo bajo el mando de una élite dirigente.
Hoy, gracias a nuevas fuentes y a nuevos interrogantes planteados sobre estos sectores de la sociedad, la participación de la gente del común es vista desde otra perspectiva. Trabajando entonces desde los nuevos conceptos y nuevas significaciones de este momento de transición, surgió la pregunta por el cómo reaccionó y participó la gran masa de la sociedad que no se podía expresar a través de los periódicos, ni aparece en la documentación oficial. Con una gran variedad de trabajos que abordan a pardos y pobres, a las gentes negras del pacifico, indígenas, extranjeros y zambos, se refleja la existencia de una pluralidad de actores, colectivos e individuales, y una amplia gama de posiciones que estos pueden asumir, más allá del conflicto y la contradicción. Aunque es imposible tratar a los sectores indígenas, campesinos y castas como un todo aliado ciegamente en torno a una causa; las investigaciones muestran cada vez más cómo la participación popular se sustentó de manera fundamental en las historias de cada pueblo, antes que en las ideas de independencia, libertad y ciudadanía o en una interpretación de esas ideas adaptadas al ámbito local y a los intereses particulares de esos grupos.
Toda esta población mestiza, india y negra fue muy importante en términos demográficos y base del sustento del orden colonial, lo que hicieron o dejaron de hacer en ese periodo de cambio determinó el futuro de esas sociedades. Como bien afirmó hace tiempo el profesor Heraclio Bonilla, estudiar a los sectores populares en la independencia requiere de una visión que vaya más allá de la constatación de una obvia presencia física de esta parte de la sociedad, sino también de todas las implicaciones de su dimensión étnica y social, ver cuáles fueron sus aportes al proceso y su evolución posterior. Tarea de las nuevas generaciones de investigadores estudiar la participación popular, que, independientemente de la vinculación étnica o social, fue indispensable en las insurrecciones de independencia y también parte de la contrainsurgencia. Importante porque el estudio y la comprensión de las dinámicas de participación de estos sectores en el proceso independentista ayudan a obtener una imagen completa del carácter y las dimensiones de las transformaciones del siglo XIX en la naciente república de Colombia.
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